jueves, 3 de febrero de 2011

Sacco & Vanzetti, porque la anarquía no ha muerto…

Sacco & Vanzetti, porque la anarquía no ha muerto…

Texto de Carlos Olalla. Extraído de su blog "La placenta del universo".   http://clandestinodeactores.com/laplacenta/

23 enero, 2011
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti eran dos trabajadores de origen italiano que, a principios del siglo XX, emigraron a EEUU buscando una nueva vida.

Eran pobres, eran italianos y, por encima de todo, eran anarquistas. Acusados de un crimen que no cometieron, fueron condenados a muerte en una farsa de juicio donde desaparecieron pruebas y no se admitió el testimonio de otro preso que sí había participado en el atraco del que les acusaban que demostraba que ni Sacco ni Vanzetti participaron en él. Fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927, a pesar de las protestas de millones de personas en todo el mundo. En 1971 el director italiano Giuliano Montaldo llevó su  historia al cine en una de las películas más impresionantes que he visto jamás.
Aquí tenéis el trailer de la película para que los que no la hayáis visto podáis haceros una idea y los que la vísteis en su momento (tuvimos que esperar a que Franco muriese para poder verla en nuestros cines), la recordéis.
La película, en forma de docudrama, cuenta la verdadera historia de aquel proceso, de aquel crimen de estado contra dos inocentes cuyo único pecado fue haber querido construir un mundo nuevo, un mundo libre y justo donde no cupiera la injusticia, y muy especialmente la que origina todas las demás injusticias: la explotación del hombre por el hombre. Dos actores italianos dan vida a Sacco y Vanzetti. Gian María Volonté, uno de los actores más grandes de la historia del cine, encarna magistralmente a Bartolomeo Vanzetti, el espigado y bigotudo pescadero que intentaba cambiar el mundo desde su humilde carrito de venta ambulante participando activamente en todas las asambleas y manifestaciones del incipiente movimiento anarquista que había llegado a los Estados Unidos de la vieja Europa donde, especialmente en España, tenía unas raíces muy profundas en aquella época. De oratoria fácil, Vanzetti era un líder carismático absolutamente comprometido con sus ideales. Riccardo Cucciolla, un actor italiano poco conocido en nuestro país, es Nicola Sacco, en una interpretación que para mí se encuentra, sin duda, entre las mejores que he visto en toda mi vida. Aquel año ganó el premio a la mejor interpretación en el festival de Cannes por este inolvidable papel. Una interpretación contenida, tremendamente sutil, llena de matices, que nos acerca a la difícil personalidad de Nicola Sacco, un hombre humilde y tímido, introvertido, zapatero de profesión, que dedica por entero su vida a lo que más ama en el mundo: su mujer, su pequeño hijo Dante, y la revolución anarquista, una revolución por la que lucha activamente en la clandestinidad, en las fábricas, en las calles y en las asambleas. El es consciente de que no tiene un verbo fácil como el de Vanzetti, de que no es un gran orador, por eso durante toda su vida siempre ha hecho su trabajo en un segundo plano, ajeno a cualquier afán de protagonismo, y por eso sus intervenciones en el juicio, venciendo su irresistible timidez, son parcas pero tremendamente certeras. No dice ni una palabra de más, pero tampoco se calla ninguna. 

Si quieres podemos escuchar ahora uno de los temas más famosos de la excelente banda sonora que Ennio Morricone compuso junto a Joan Baez para la película. Esta canción se transformó en un himno por la libertad en los duros años 70 en todo el mundo. Su letra dice: “A vuestra salud, Niccola y Bart, siempre estaréis en el fondo de nuestro corazón, el momento final, el último, es vuestro, vuestra agonía es vuestro triunfo”

La película empieza con unas escalofriantes imágenes de una brutal redada nocturna de la policía de Boston rodadas en blanco y negro. Son redadas contra el movimiento obrero, contra los anarquistas, que son detenidos masivamente. En 1920, en unos pocos meses, más de 25.000 inmigrantes europeos fueron arrestados y deportados de EEUU. El extranjero, el diferente, el que cree en un mundo nuevo y rechaza el orden establecido, siempre ha sido considerado como una grave amezana para el sistema, que pone en marcha toda su implacable maquinaria para acabar con él a cualquier precio: políticos, policía, jueces, ejército… Tampoco la guerra “sucia” ha sido ajena a esa represión. Pistoleros a sueldo contratados por los empresarios asesinaban a los líderes obreros que más se significaban defendiendo sus derechos. Eso es algo que ha pasado y pasa en todo el mundo. En nuestro país pasó en las ciudades en las primeras decadas del siglo XX; en la amazonia brasileña sigue pasando impunemente hoy en día.
A lo largo de la película vamos viendo todo el proceso que se llevó a cabo contra Sacco y Vanzetti. Su detención, sus interrogatorios en presencia únicamente de la policía y del fiscal, sin un abogado, la despreciable farsa del juicio donde un juez racista  guiado por el odio a los inmigrantes y anarquistas hace todo lo posible para que les condenen, la desesperada lucha del abogado defensor, la impasibilidad de un jurado parcial y cobarde que en solo dos horas les condenó por unanimidad, los inútiles recursos presentados durante siete años por los comités de defensa de Sacco y Vanzetti intentando que se admitieran las pruebas de balística y los testimonios que probaban su inocencia, las protestas de millones de ciudadanos en todo el mundo reclamando su inocencia, las desesperadas peticiones de indulto y clemencia al Gobernador de Massachusetts… y su terrible ejecución en la silla eléctrica.
De poco sirve que, 50 años después, otro Gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, reconociera oficialmente aquel criminal error, aquel crimen de Estado, y exonerara finalmente a Sacco y Vanzetti.
En el video que tienes a continuación, montadas sobre las propias palabras de Bartolomeo Vanzetti y diferentes temas de la banda sonora de la película compuestos a partir de cartas y escritos de ambos, puedes ver imágenes reales de la vida de los dos: su familia, su Italia natal, la llegada a los EEUU, las luchas obreras de la época, las redadas policiales, su entrada, esposados, en el juicio, su abogado defensor, el juez y el fiscal, el preso cuyo testimonio les exculpaba pero que nunca fue admitido en el juicio, las marchas de protesta en todo el mundo, la silla eléctrica en la que les asesinaron, su multitudinario entierro…
El único crimen que ellos cometieron fue el de ser inmigrantes y pobres en una sociedad injusta y racista, y ser anarquistas en un país dominado por el terror al socialismo. El sistema, con su poderosos medios de comunicación a su servicio, siempre ha acusado a los anarquistas de ser violentos, de ser asesinos, de poner bombas y de querer destruírlo todo. Pero el anarquismo no es eso, el anarquismo es un movimiento libertario que lucha por conseguir el definitivo fin de la explotación del hombre por el hombre, el fin de la injusticia y de la violencia, es un movimiento que no cree en las instituciones, sino en los seres humanos, que está en contra de la existencia de los países- Estado, de la propiedad privada, de los Gobiernos, de los jueces y la policía, de los ejércitos y las guerras, que propugna cambiar nuestro modelo social  haciendo que no haya ricos ni pobres, que la producción se haga en función de las necesidades y no de la incitación al consumo, que se repartan justamente los bienes, que la tierra y los medios de producción sean para quienes los trabajan, que desaparezca la alineante división del trabajo origen de toda explotación, que desaparezcan las cárceles, los cuarteles y los conventos, que se respete el medio ambiente, que la economía y nuestro modelo de vida sean sostenibles… ¿Utópico?, ¿Imposible de realizar? Puede ser, pero posiblemente la anarquía es el único modelo social en el que nuestro mundo no está abocado irremisiblemente a su autodestrucción. La anarquía nunca ha llegado a llevarse a cabo, aunque estuvimos muy cerca durante los primeros meses de nuestra guerra civil en los que en algunas zonas republicanas con fuerte implantación de los movimientos libertarios se abolió la propiedad privada y se repartió la tierra entre los campesinos, meses en los que las decisiones, todas las decisiones, se tomaban en asambleas populares en las que todo el mundo podía participar haciendo valer sus opiniones en una verdadera democracia sin partidos donde cada ciudadano valía lo mismo que cualquier otro, en un sistema en el que la decisión se acercaba al ciudadano y a sus problemas cotidianos, y no a los políticos y sus intereses. El anarquismo no es nuevo, era practicado por la mayoría de las tribus indígenas del mundo entero hasta que llegó nuestra “civilización”, nuestra estructura social, la imposición de nuestro modelo cultural y de nuestra “democracia”… No se trata de volver a la edad de piedra, sino todo lo contrario, de avanzar hasta convertir esta sociedad en un modelo de convivencia justo, respetuoso con el medio ambiente y con los verdaderos valores que nos hacen ser seres humanos: amor, solidaridad, compromiso, generosidad, altruísmo…La semilla que aquellos anarquistas plantaron no ha caído en tierra estéril. Muchos de los movimientos ecologistas, feministas, Zapatista, el Foro Social y los movimientos okupas de hoy en día tienen aquel germen que, con intelectuales como Castoriadis, Ivan Illich, Zerzan o Murray Bookchin han tomado el relevo de los Bakunin, Kropotkin, Tolstói, Malatesta, Berkman, Stirner, Proudhon y tantos otros…
Uno de los momentos más impresionantes de la película son las palabras que Vanzetti le dice al Gobernador cuando rechaza definitivamente su petición de clemencia: ” Yo solo he solicitado un acto de justicia, pero ustedes me han explicado una vez más que el sistema se basa en la fuerza, en la violencia. La sociedad en la que ustedes me obligan a vivir y que yo quiero destruir está construída sobre la violencia. Mendigar una vida por un mendrugo de pan es violencia, la miseria, el hambre que padecen millones de hombres es violencia, el dinero es violencia, la guerra, e incluso el miedo a morir que todos tenemos cada día pensándolo bien, es violencia.” 
Me gustaría acabar este pequeño homenaje a esos dos grandes hombres con las palabras que Nicola Sacco escribió a su hijo Dante momentos antes de ser asesinado en la silla eléctrica y que se escuchan en off en las escenas de la ejecución. Vanzetti no tenía hijos, pero también su última carta estaba dirigida al hijo de Sacco, pidiéndole que no olvidara a su padre, que se sintiera orgulloso de ser el hijo de un hombre libre que luchó y dio la vida por la libertad de los demás.
Esa última carta que escribió Nicola Sacco dice: “Querido hijo, sueño con vosotros noche y día, y no sé si lo mío es vida o muerte. Quisiera abrazaros a tí y a tu madre. Perdóname, hijo mío, por esta muerte injusta que te deja sin padre a tan tierna edad. Podrán quemar nuestros cuerpos pero no podrán destruir nuestras ideas, ésas quedarán para los jóvenes del futuro, para los jóvenes como tú. Recuerda, hijo mío, comparte la felicidad con los demás, no la guardes para ti solo, intenta comprender al prójimo con humildad, ayuda a los débiles, ayuda a los que lloran, a los perseguidos, a los oprimidos, ellos son tus mejores amigos…Adiós, esposa, hijo mio, camaradas”

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